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  • Norberto Brude

Columnas Publicadas en Diario La Nación en los años 1999/2000


De perfil, el contorno de su espalda parecía una gran S. Pero no venía a la consulta por una cuestión estética ni dolorosa. "Tengo un problema laboral me dijo-. Vivo del canto, doctor, pero últimamente me cuesta cantar frases largas. Me quedo sin aire."


Mi paciente era flaco, frágil, desgarbado. Muy tímido. Como las tortugas, en gesto apesumbrado estiraba el cuello hacia adelante, lo que acortaba la distancia entre el mentón y el tórax y también de los músculos que sostenían la laringe. Cuando en la primera sesión lo ayudé a estirar la cabeza hacia atrás y arriba, volviendo toda la línea de su cuerpo a una posición normal, se le cerraba la garganta.


Además, tenía el tórax de un asmático sin serlo: ancho, en inspiración. Las personas que padecen asma sufren de atrapamiento de aire en los pulmones porque se cierran los bronquios y entonces no pueden expirar todo el aire que inspiran. Con el tiempo, los músculos inspiradores adquieren una posición incorrecta y sobreexigida. El tórax se ensancha.


En una situación normal, los músculos inspiradores funcionan como elásticos que elevan las costillas y permiten la entrada de aire. Como todo elástico, deben estirarse para poder acortarse. Pero los músculos de Alfredo se estiraban muy poco entre acortamiento y acortamiento porque el pulmón todavía permanecía inflado luego de la expiración; las costillas permanecían elevadas y con los años los músculos se tornaron rígidos. Entonces tuvo problemas con su canto: inflado como un globo no podía tomar aire y tampoco exhalarlo para hacer vibrar las cuerdas vocales con la calidad que su trabajo le exigía.


Había que corregir esa postura. Fuimos estirando los músculos que sostienen la nuez de Adán para mejorar el pasaje de aire por la laringe.


Los avances en la sesión eran muy buenos. Sin embargo, no todo funcionaba. Alfredo llegaba a la siguiente sesión habiendo perdido por completo lo ganado en la anterior.

Había algo que yo no comprendía.


Pero en una sesión en la que Alfredo, acostado en la camilla, tenía la espalda más estirada, las costillas más móviles y la garganta más libre, lo que implicaba que se sintiera más cómodo, le pregunté: "¿Alfredo, qué sentís?". "Así, con más aire -respondió tembloroso-, me da miedo."


Interrumpí la sesión. Lo hice sentar y conversamos. Me contó que quería producir cambios en su vida, pero no se animaba a ir muy rápido . Era una persona temerosa por naturaleza y el miedo había condicionado su postura. Había ido encorvando su espalda, escondiéndose del mundo. Su timidez le había hecho retener el aire para no llamar la atención. De lo que no se daba cuenta es de que podía estar tres minutos sin respirar, pero ni un solo instante sin expresar, porque la contención de una emoción es una expresión en sí misma.


El cuerpo expresa las emociones, pero también las realimenta. Modificar su postura significaba poder sentir algo distinto. El progreso en las sesiones lo aterraba porque una apertura del intercambio del aire de alguna manera significaba un mayor intercambio con el mundo. Mucho aire le daba miedo, poco aire le impedía vivir. Se sentía atrapado. Por suerte, teníamos la llave.


Trabajamos adecuando el ritmo de trabajo a lo que Alfredo toleraba sin que el miedo lo paralizase.


Nota publicada en La Nación 29/3/2000


 

Raúl vino al consultorio por causa de un fuerte dolor lumbar. Grandes ojeras, bigotes tristes.


Cuando se desvistió observé que tenía el tórax en inspiración, ensanchado, típico de los asmáticos. Las personas que padecen asma sufren de atrapamiento de aire en los pulmones: no pueden eliminar el residuo de aire luego de que el cuerpo ha tomado el oxígeno necesario. Inspiran más de lo que espiran. Entonces, el cuerpo se confunde e interpreta que ya no hay más aire y ordena contraer nuevamente los músculos inspiradores para que las costillas se eleven y pueda entrar una nueva bocanada de aire.

Los músculos inspiradores funcionan como elásticos que elevan las costillas y permiten la entrada del aire. Como todo elástico, tienen que estirarse para poder acortarse.


Pero los músculos inspiradores de Raúl se estiraban muy poco entre acortamiento y acortamiento. Y las costillas permanecían la mayor parte del tiempo elevadas. Con los años los músculos comenzaron a tonarse rígidos.


Hay un conjunto de tejidos fibrosos que unen el diafragma con la base del cráneo. Junto con esta respiración, el diafragma de Raúl se fue acortando y deformando con el tiempo. Esta fue una de las causas que provocó su hipercifosis (aumento de la curvatura de la espalda). Era como si un hilo que uniera el diafragma al cráneo se hubiera acortado provocando la curvatura pronunciada de su dorso.


Acostado y con la columna bien apoyada en la camilla le pedí que suspirara al mismo tiempo que bajaba la parte alta del tórax. Tuve que asistirlo para que consiguiera apoyar toda la espalda. Y como el hilo estaba corto, al bajar las costillas para apoyarlas en la camilla, la cabeza se volcaba hacia atrás, con el mentón hacia arriba.


Para ayudar a estas personas hay un abordaje médico y otro kinesiológico. Yo trabajo en kinesiología con reeducación postural global . Una de las posturas que hicimos con Raúl fue estirarlo -así, acostado como estaba, en la camilla- de los puntos extremos del hilo. Al estirar la cabeza pude reacomodar su columna tirando de toda la cadena de músculos que se relacionan con la mala postura.


Fue necesaria más de una sesión para mejorar la postura y reacomodar las articulaciones. Le enseñé algunas autoposturas respiratorias para que ampliara el movimiento de su diafragma, y con ellas, estirara el hilo lumbar.


Como el diafragma se inserta en las vértebras lumbares, era el responsable de su dolor de espalda. En unas sesiones lo resolvimos. Y gracias a esto, Raúl respira más tranquilo.


12 de mayo de 1999


 

-Negrito, ¿me alcanzás la sal?

Pedro se estiró hasta el salero en el último estante de la alacena. En la mitad del movimiento, se quedó duro.


Llegó a mi consultorio con un terrible dolor de cintura. Sufría una discopatía , una lesión del tejido que se encuentra entre vértebra y vértebra de la columna. Este tejido, llamado disco , funciona como amortiguador: evita que las vértebras se choquen entre ellas.

Con la edad y el acortamiento de los músculos, algunas personas sufren una compresión de las vértebras. Los discos, que se nutren como una esponja del líquido que los rodea, no pueden hacerlo si están apretados. Entonces pierden su capacidad amortiguadora y el movimiento deja de ser elástico. Las vértebras aprietan nervios y... duele mucho.


Entonces el cuerpo se defiende: en su intento por evitar el dolor, los músculos se contraen para que la persona no se mueva. Pero este mecanismo de defensa con el tiempo puede volverse en contra ya que se fija el cuerpo en una mala posición.


-A ver, Pedro -le pregunté-, ¿cómo empezaron las molestias?

-Hace rato que tenía algunos dolorcitos. No sé, doctor...sólo quise agarrar la sal.

En realidad, no me importaba saber qué es lo que había estado haciendo, sino cómo. Algunos pacientes llegan diciendo por favor, déme una silla que necesito sentarme porque me duele la cintura . Otros, en cambio, no me siento porque me duele la cintura. Aunque el problema de base es el mismo (la discopatía) el comportamiento de la persona -y los músculos involucrados en él- no lo son. Pero, ¿por qué?


Tenemos músculos que pasan por delante de la columna vertebral y otros que van por detrás. Si plegamos el cuerpo en el nivel de las ingles (por ejemplo, si nos sentamos) los músculos que pasan por detrás de la columna se estiran hasta ponerse tensos. Los que pasan por delante se aflojan.


En el caso de Pedro, el dolor era más importante cuando estaba de pie: eran sus músculos anteriores los responsables del dolor. Desde hacía tiempo, las vértebras venían comprimiendo el disco. Trabajamos varias sesiones estirando los músculos y corrigiendo la postura. Como Pedro es tenaz, practicó algunos de las técnicas que le enseñé en la sesión. Y ya estamos casi por terminar de realinear esa columna.


El autor es kinesiólogo. Especialista en reeducación postural global.


21 de julio de 1999

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